El otro día me pasó una cosa extraña,
una de estas que te hace creer en un orden que excluye las casualidades, que te
quita el sueño y te hace preguntar «¿porqué? ».
Caminando hacia el puerto, estaba con
mi cabeza jugando, como de costumbre, recorriendo memorias, dejando que el
cielo entrara en mis ojos, disparando alguna que otra foto a detalles de la
calle, volando sobre la ciudad. Siempre que puedo voy al puerto, pero nunca me
había pasado antes algo como lo que voy a contar.
Deslizando la mirada a lo largo de uno
de los muelles turísticos, mi atención se quedó atrapada en una página escrita
con lápiz, el color gris claro casi transparente. Como a menudo recojo del
suelo fotografías, artículos de periódicos y otros objetos que despiertan mi
curiosidad, me acerqué al borde de piedra para ver mejor de que se trataba.
Atormentado por la sal, el viento y el agua, descansaba un cuaderno. Las hojas
se tendían como brazos hacia mí, me saludaban en un rítmico movimiento
oscilante, pidiendo un rescate subitáneo. Cogí delicadamente ese cuerpo
maltratado y decidí llevarlo a casa, secarlo y darle el cuidado que
se merece un náufrago.
Cuando pude finalmente abrirlo sin
miedo a dañarlo, me di cuenta de que se trataba de un diario de viaje. No ponía
fecha, ni lugar, ni nombre. Estas cien páginas arrugadas, la espesa cubierta de
papel marrón, los cantos desgastados, el olor a mar y las manchas que se
perseguían en cada página como si de un flip-book se tratara, se convirtieron
en mi objeto de estudio y fantasía de los sucesivos días hasta hoy. Durante ese
periodo he conseguido descifrar el contenido, dejándome llevar a sitios
exóticos, parando la inquietud de la mente en las reflexiones del autor sobre
el mundo y el ser humano, contemplando a través de sus palabras las estrellas
en el negro cielo de un lugar sin ciudades, sumergiéndome y tratando de vivir
con otros sentidos que los humanos a veces olvidamos.
Vuelve a buscarme el viaje: presente
en estas páginas, en la mente de quien las ha escrito, en su piel y en sus
manos que han trazado recuerdos, fragmentos de experiencias, selección de
escenas vividas. El viaje: de este pequeño objeto hasta mis manos, que lo han
rescatado para devolverle un sentido. El viaje: de los pensamientos entre seres
vivientes, anulando distancias, idiomas, pertenencias sociales. Me he
preguntando si el autor del cuaderno se haya voluntariamente separado de él
para que sus escritos llegaran a alguien o si simplemente el cuaderno cobró
vida propia y pensó que hubiera sido sabio compartir sus vivencias con los
demás. Sea cual sea el «porqué », he sentido un
fuerte impulso a transcribir algunas páginas de estas misteriosas memorias,
porque creo en la enseñanza de los viajes, en su valor universal de
aprendizaje, de conocimiento de uno mismo, de confrontación con culturas
distintas. Y porque sencillamente creo en su poesía.
Las páginas empiezan con una pequeña
introducción en un idioma extranjero que he tenido que traducir y que
suena más o menos así:
«He llegado casi sin
darme cuenta, al viaje. Aquí está, delante de mí, acompañado por las estrellas
que se despiden, por los jóvenes de vuelta a sus casas después de la fiesta,
arrastrando perezosamente los pies.
Esta noche he dormido después de
varios días de insomnio. Un periodo muy intenso. Necesito descansar y rodearme
de nuevos horizontes.
Camino hacia el bus: ¿vuelvo o parto?
Imagino cómo se me pudiera observar desde el exterior. ¿Qué han mirado esos
ojos? ¿Qué mirarán?
El cielo se tiñe de lila. Hace una
semana he visto otro amanecer. En la playa. Era bello. »
Y sigue:
«Todo fluye. Empieza
bien el viaje. Observo los objetos que me rodean, compañeros de la aventura. Un
equipaje ligero y manejable.
Esta mañana he vuelto a sentir la
sensación del viajero. Ser consciente de la propia condición de tránsito, de
ser un huésped, de pertenencia y a la vez de alienación. La emoción del
descubrimiento, los pensamientos que acompañan y nunca callan, la
atención despierta en los pequeños detalles, el estar vigile, la absoluta
libertad de tomar decisiones y de establecer el ritmo.
Faltan un par de horas para el primer
vuelo. Tomo un magnífico desayuno y lucho contra el sopor. No quiero dormir y
perder instantes.
Rugen los motores, la mente es una
turbina de pensamientos, recuerdos, fantasías, expectativas y deseos. Rodamos
sobre la pista. ¡Empieza el viaje! »
TO BE CONTINUED....
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